martes, 28 de marzo de 2017

Nueve formas de saber que el Evangelio de Cristo es verdadero


Por John Piper

1. Jesucristo, como nos es presentado en el Nuevo Testamento, y como aparece ante nosotros a partir de todos sus escritos, es demasiado sencillo y demasiado grande para haber sido inventado tan uniformemente por estos escritores. El poder de Jesucristo desató estos escritos; los escritos no crearon el poder. Jesús es mucho más grande y más convincente que cualquiera de sus testigos. Su realidad confirma estos escritos como un evento grande, global; respalda a miles de presentadores. Algo formidable desató a estos diversos testigos para contar estos relatos sensacionales y variados, pero unificados, de Jesucristo.



2. Nunca nadie ha explicado la tumba vacía de Jesús en el ambiente hostil de Jerusalén, donde los enemigos de Jesús hubieran dado cualquier cosa para presentar el cadáver, pero no pudieron. Los primeros intentos para cubrir el escándalo de la resurrección fueron claramente contradictorios a toda experiencia humana – los discípulos no roban un cuerpo, (Mateo 28:13) ¿Y luego sacrifican sus vidas para predicar un evangelio glorioso de la gracia sobre la base del engaño? Las teorías modernas de que Jesús no murió, sino que se desvaneció y luego despertó en la tumba y movió la piedra y engañó a Sus escépticos discípulos para que creyeran que Él fue levantado como el Señor del Universo no convencen.

3. Los oponentes cínicos del cristianismo abundaron cuando se hicieron afirmaciones de que habían muchos testigos disponibles para ser consultados referente a la resurrección de Jesús de entre los muertos. “Luego se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, la mayoría de los cuales viven aún, pero algunos ya duermen;(1 Corintios 15:6).” Tales afirmaciones habrían sido expuestas como una falsedad inmediata si se hubiera podido. Pero sabemos que no hubo exposición. Abundaron testigos oculares del Señor resucitado cuando se estaban haciendo las reclamaciones decisivas.

4. La iglesia primitiva era una fuerza indómita de fe, amor y sacrificio basada en la realidad de Jesucristo. El carácter de esta iglesia, y la naturaleza del evangelio de gracia y perdón, y el coraje impertérrito de hombres y mujeres – aún hasta la muerte – no encaja en la hipótesis de "histeria masiva". Ellos simplemente no eran así. Algo completamente real y magnifico había ocurrido en el mundo y ellos estaban lo suficientemente cerca para conocerlo, y estar seguros de ello, y ser afectados por su poder. Ese algo era Jesucristo, como todos ellos testificaron, aún mientras morían cantando.

5. Las profecías del Antiguo Testamento encuentran un sorprendente cumplimiento en la historia de Jesucristo. Los testimonios de estos cumplimientos son demasiados, demasiado diversos, muy sutiles, y muy entrelazados en la historia de la iglesia del Nuevo Testamento y sus muchos escritos, para ser inventados por alguna gran conspiración. Hasta en los detalles, Jesucristo cumplió docenas de profecías del Antiguo Testamento que confirman Su verdad.

6. Los testigos de Jesucristo que escribieron los evangelios y cartas del Nuevo Testamento no son crédulos, embusterosos o dementes. Los libros llevan las marcas de inteligencia, claridad mental y madurez, y una visión moral que es convincente. Ellos se ganan nuestra confianza como testigos, especialmente cuando se toman todos juntos, con un gran mensaje unificador -aunque dicho en forma distintiva- sobre Jesucristo.

7. La visión del mundo que surge de los escritos del Nuevo Testamento tiene más sentido de realidad que cualquiera otra visión del mundo. No sólo encaja con el corazón humano, sino también con el cosmos y la historia y Dios como se revela a Sí mismo en la naturaleza y en la conciencia. Algunos pueden llegar a esta conclusión después de mucha reflexión, otros pueden llegar a esta convicción por un sentido anterior a la reflexión, intuitivo, de la profunda idoneidad de Cristo y Su mensaje al mundo que conocen.

8. Cuando uno ve a Cristo como está descrito fielmente en el Evangelio, ahí se hace visible una luz espiritual que es una confirmación de sí mismo. Esta es la “luz del conocimiento de la gloria de Dios" (2 Corintios 4:6),” y es tan inmediatamente percibida por el corazón despertado por el Espíritu como una luz es percibida por el ojo abierto. El ojo no argumenta que hay una luz, ve la luz.

9. Cuando vemos y creemos en la gloria de Dios en el evangelio, el Espíritu Santo nos es dado para que el amor de Dios pueda ser “derramado en nuestros corazones (Romanos 5:5).” Esta experiencia del amor de Dios conocida en el corazón a través del evangelio de Aquél que murió por nosotros cuando aún éramos impíos, nos asegura que la esperanza despertada por todas las evidencias que hemos visto no nos decepcionará.

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