miércoles, 23 de mayo de 2012

Nada de lo que el cristiano hace es insignificante


Por Martyn Lloyd Jones

  "Siervos, obedeced a vuestros amos terrenales con temor y temblor, con sencillez de vuestro corazón, como a Cristo; no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino como siervos de Cristo, de corazón haciendo la voluntad de Dios;  sirviendo de buena voluntad, como al Señor y no a los hombres..."  Efesios 6:5-7


Cualquier trabajo deficiente es la peor recomendación posible para el cristianismo; el trabajo negligente, defectuoso, apurado, hecho a medias, constituye un testimonio totalmente negativo. ¡Esa es la forma de trabajar del hombre del mundo! Este hace el mínimo trabajo por la máxima recompensa. Si puede evitar de hacer algún trabajo, lo hará. Si el amo no está a la vista, se limita a dar la impresión de estar trabajando, de modo que si el amo aparece súbitamente, aparentemente está cumpliendo su tarea. Pero el cristiano es exactamente lo opuesto de esto. En un cristiano, cualquier trabajo deficiente, cualquier trabajo negligente constituye un testimonio muy pobre, que daña al reino de Dios. Esto se aplica a todas las esferas. Un trabajador deficiente, cualquiera sea su trabajo, afecta negativamente al Hijo de Dios y al reino de los cielos.


Siempre me apena y amarga cuando un estudiante cristiano fracasa en un examen. “Si, pero”, dice, “yo he dedicado mi tiempo a la organización cristiana; he estado muy ocupado evangelizando”. Sin embargo, un estudiante no va a la universidad para evangelizar; va alli para aprobar sus estudios, para seguir una profesión o algún otro tipo de llamamiento; pero si usa el tiempo y el dinero de sus padres y el estado, para hacer allí ese trabajo evangelístico en abandono de sus propios estudios, entonces realmente habrá dañado la causa cristiana. En un cristiano todo fracaso es un mal testimonio.
El cristiano siempre tiene que hacer bien su trabajo. Esto no se aplica solamente al trabajo manual y a los exámenes en la escuela y la universidad; también se aplica a la profesión. Un hombre negligente en su profesión causa gran daño al reino de Cristo. Un cristiano antipático, sea médico, abogado, hombre de negocios, o cualquier otra cosa, un hombre antipático en el trato con sus superiores o con sus subalternos está dando un testimonio muy pobre, y probablemente esté causando mucho daño. Poco importa que esporádicamente predique un sermón o tenga una charla religiosa. Lo que la gente nota es la conversación diaria de una persona, su conducta de cada día; y la gente juzga a Dios y a Cristo por lo que ve en los cristianos.

El cristiano siempre debiera estar totalmente ‘dedicado’, debe ser trabajador, siempre honesto, siempre veraz, digno de confianza, dispuesto a ayudar, cumplidor. Estas características siempre deben destacarse en el cristiano, cualquiera sea su nivel de inteligencia, puede ser un hombre honesto, recto, digno de confianza, un hombre que sabe organizar su tiempo, cumplidor, amigo de la verdad, un hombre de palabra, alguien en quien se puede confiar siempre. Y todo esto por el hecho de ser cristiano.

¿Por qué siente el cristiano la necesidad de comportarse de esa manera? La respuesta es obvia. De esa manera el cristiano honra y agrada a Dios. Esa es la voluntad de Dios para él. Mediante ese comportamiento se aproxima más y más a lo que fue el hombre en su creación original. Dios se siente complacido al verlo así.
Nuevamente, tal como lo he dicho antes, se trata de una gran oportunidad misionera, una oportunidad que está abierta a todos. Vemos que la Biblia ilustra esto constantemente. Recuerde la historia de José.
José, aunque era uno de los integrantes del pueblo de Dios, llegó a ser esclavo de los paganos. Sin embargo, por el hecho de ser un hombre de Dios, supo ganarse el favor dondequiera que trabajase, así logró adelantarse. ¿Por qué? No por el hecho de predicar a los demás, sino porque siendo un hombre de Dios cumplía todas sus obligaciones lo mejor que podía. Por eso recibió adelanto cuando estuvo en la casa de Potifar; lo mismo ocurrió estando en la cárcel; dondequiera que se lo ponía alcanzaba posiciones favorecidas por el hecho de ser un hombre de Dios, y por el hecho de dedicarse siempre totalmente a su tarea, cualquiera que fuere. Lo mismo ocurrió con Daniel y Nehemías. A lo largo de todas las Escrituras hay ejemplos de esto....

 En gran manera explica cómo se propagó el cristianismo durante los primeros siglos. No se ocupaban en realizar gigantescas campañas, invirtiendo grandes sumas de dinero para la publicidad. El cristianismo se propagó mediante la ‘infiltración celular’ tal como lo ha hecho el comunismo desde que existe. Un hombre habla a su vecino, o un obrero a su compañero de trabajo. Ese es uno de los principales métodos con que actualmente debe llevarse a cabo el evangelismo. Todos tenemos la oportunidad de hacerlo, dondequiera que estemos, sin importar lo que somos. Las oportunidades son innumerables.
Últimamente observo que no hay nada igual a esta enseñanza que demuestre con tanta claridad la importancia y la dignidad de cuanto hacemos en la vida. Cuanto hacemos como cristianos lo hacemos como para Cristo, ‘como para el Señor’, y como para Dios. Este fue el asombroso descubrimiento de Martín Lutero. Había sido educado en el sistema falso del catolicismo romano según el cual los cristianos se dividen en dos grupos, los religiosos y los laicos. Si un hombre quería ser realmente religioso, dejaba el mundo y se hacía monje; por eso Lutero se hizo monje. Sin embargo, no hallaba paz ni satisfacción. De pronto descubrió la gran doctrina de la justificación por la sola fe; y ello abrió sus ojos a la situación. Entonces llegó a comprender que cuando una sirvienta barre una habitación puede estar trabajando para Dios. No es necesario que se haga monje y pase toda la vida en una celda repasando las cuentas de su rosario y traspirando y orando para hacer la obra de Dios. De ninguna manera. La sirvienta barriendo una habitación puede servir a Dios igualmente bien, si no mucho mejor. Aquel descubrimiento transformó su vida. No es preciso que tomemos el hábito de los monjes ni que seamos ermitaños para ser cristianos. No todos tenemos que ser predicadores. Dondequiera que estemos, sea cual fuere nuestro trabajo, sea que se trate de barrer una habitación, o sea de cualquier otra cosa, hagámoslo con toda nuestra fuerza, de lo profundo de nuestro corazón no ‘como los que quieren agradar a los hombres, ni sirviendo al ojo’, ‘sirviendo de buena voluntad, como al Señor y no a los hombres’. Nunca sabe cuándo alguien que le observa dice, “este hombre y esta mujer son diferentes a los demás. Nunca antes vi a alguien trabajar de esa manera. Aparentemente estas personas están realmente interesadas, están haciendo lo mejor que pueden. ¿Qué pasa aquí?” De esa manera se puede iniciar una sucesión de pensamientos que eventualmente pueden llevar al interrogante: “¿Qué debo hacer para ser salvo? ¿Qué debo hacer para ser así?” No importa a dónde esté. Puede ser como Pablo y Silas que estaban en prisión con sus pies firmemente agarrados en el cepo, pero por el simple hecho de comportarse como cristianos puede convencer a otros, puede despertar interrogantes en ellos, puede traerlos a Cristo.

Esa es entonces esta gran enseñanza, esta enseñanza extremadamente gloriosa. Nada de lo que hace el cristiano es insignificante. Cuando se levante mañana y vaya a la oficina, recuerde que va allí como esclavo de Cristo, como siervo de Dios. Los siervos de Dios no son solamente las personas que como yo predican desde los pulpitos. Si es cristiano, es un siervo de Dios, es un ‘esclavo de Cristo’, así como lo fue aquel poderoso apóstol. Demuéstrelo en su trabajo, demuéstrelo en todo trabajo que haga en su hogar, en sus diversiones, en su tiempo libre, durante su almuerzo, el té, en todas partes, siempre, permita que este testimonio irradie de su ser. Entonces comprenderá que cualquiera sea su llamado, cualquiera la porción y posición que le ha tocado en la vida, es algo glorioso.

¡No vuelva a pensar que su trabajo carece de sentido! Quizá su trabajo sea mecánico, rutinario, sin vida. Si es así, aférrese a esta idea: “Un esclavo con este lema, vuelve divina la faena”. Dígase a sí mismo: “voy a cumplir esta faena por amor a Cristo. Quizá alguien me esté observando y al ver cómo disfruto del duro trabajo, al ver la fineza con que lo hago, y el brillo y gloria que le transmito—algo que el mundo no puede hacer—súbitamente sea convencido y convicto de pecado, y entonces comience a buscar el camino de la salvación”...
De esa manera demuestra ser cristiano, porque solamente un cristiano puede hacerlo así. “Siervos, obedeced a vuestros amos terrenales… como a Cristo”.

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